Me dicen que fuera de esta niebla aún resuenan tus pasos. Yo no puedo oírlos, pero quizás me consuela saber que estás, aunque ya lejos de mí. Me abrazo a los recuerdos y a las palabras de otros cuando te traen entre sus sílabas. Camino enceguecida por el cansancio de no poder salir de esta prisión sin puertas, o tal vez con infinitas puertas. Como Asterión, encerrada, pero encerrada en el único sitio en el que he estado, incluso habiendo querido estar en tantos y tantos otros.
En ocasiones sueño y escapo, no por mucho tiempo, y sueño encontrarme en tus ojos otra vez. Pero te desvaneces y, de nuevo, un sonido hostil a mis oídos me despierta para decirme que he de seguir vagando en este eterno laberinto.